Fui creciendo a base de darme con el destino en la cara. Ocultando para no dar importancia a nadie.
Refugiandome entre el calor de las palabras de unos amigos que me querían ver bien.
Huyendo siempre hacia delante, o evitando ver lo que tenía delante.
Pero llego el momento en el que, por mala suerte, empecé a escuchar.
A dejarme guiar, y a perder.
Por ello es que tuve que bajar hasta el fondo de mi misma.
Abriendo los ojos mientras no me reconocía ante el espejo.
Allí solo estaba mi tendencia a influenciarme del resto,
Tapando el miedo a que no me quisieran y un hueco en la pared hecho de ilusiones rotas.
Mientras los temores y la rabia que me dejaron las promesas incumplidas gritaban por salir.
El destino hecho pedazos y las preguntas tiradas sobre la cama como quien teme las respuestas estaban ahí.
Y es en ese momento cuando llega a la cabeza el día en el que te rompiste y en el que prometiste no hacer lo mismo.
Haciéndote un nudo en la garganta al ver que ese día es hoy.
Volviendo a los mismos pensamientos una y otra vez y haciendo una lista de reproches por primera vez, contra ti misma.
Te gustaría volver pero el error hace rato que se ha acostado en tu cama.
Poco a poco va llegando la noche.
La tarde lo va llenando todo de tristeza y el destino no clava ningún mensaje en el contestador.
Respiro hondo y doy una calada más al fracaso, una calada por cada lágrima derramada.
Intentando esquivar la realidad mientras busco el interruptor para callar de una vez mi cabeza y hallando refugio en tiempos mejores.
Tiempos de ganas, ilusión y sonrisas.
Un tiempo que se ha ido, y quizás no vuelva.
Un tiempo que ahora es suyo.
Porque mi error fue mirar al pasado como si estuviera presente.
De cuando los desvelos llenaban la boca de porqués,
buscando en la almohada las mentiras no dichas.
Es un error que vive instalado en las rupturas del pasado, arañando una respuesta en una sonrisa que ya no puede regresar.
Es un error que me hace huir a la calle y gritar hacia dentro mientras la decepción pasea a tres manzanas de su casa, rondando por la parada de unos ojos llenos de dolor que esperan y esperan.
Por sí le diera por bajar.
Por sí le diera por llamar para decir que todo podría ser posible si creyéramos.
Si confiáramos.
Pensando en todo lo que le diría si volviera a tenerle delante.
Y que hoy no es así
por un maldito error.
Un error que nunca debió suceder.
Un error que deja bien claro que el amor es un dolor que no se va con aspirinas.
Un error gris, junto a una mujer gris.
Que ignoraba que esto pasaría y que echar de menos significaría renunciar al presente.
Pero el día acabará y la vida seguirá,
Pensando que tal vez solo sea posible el amor cuando no lo retienes, cuando no lo obligas a quedarse y lo hace por sí solo. Aceptando la posibilidad de un destino que se aleja, aprendiendo a no pensar más en la palabra porvenir, o esperando que (ojalá) estuvieras aquí ahora.
Pero ahora solo queda tiempo de permanecer, sentarme a mirar y ver que todo esto ya forma parte de mi. Pensando que quizás si eres paciente y dejas de correr y te perdonas a ti mismo por no ser perfecta la vida dejara de ser ese autobús que se escapa, justo, cuando estabas llegando a la parada.
Aunque se que detrás de todo esto, yo no conseguiré perdonarme si no lo haces tu primero.
Y por eso no tiene final este poema,
Porque aún estoy,
o estamos en ello.
-"Ojalá este error no termine todos nuestros momentos."
No hay comentarios:
Publicar un comentario