Apriétame la mano. Ven. No vuelvas. A irte.

A base de tantos golpes, caídas y despedidas, el día empezaba a despedirse.

No podía creer que, después de tanto tiempo, aquellas palabras provocaran esa sensación en mi.
Era como si hubiera olvidado todos mis principios, ideales y pensamientos. Aunque lo único que podía sentir en ese momento, era miedo.  Miedo de ver, como, de un día para otro, te perdía.
Sin ninguna explicación  sin ningún sentido que diera razones, por qués y preguntas.
Pero sabiendo que había algo, que terminaría por salir.
Volviendo a un pasado que creía perdido. Recordando que te tuve desde aquella noche en la que hablábamos sobre como iba tu vida, mientras estábamos sentados frente a frente, en aquel lugar, mientras el frió nos congelaba la piel apagando el calor de mis manos y disimulando el sonrojo de mis mejillas.
Meses que han ido pasando, y, sin esperarlo, queriendo volver a tu lado. Como aquella vez.
Sintiendo que, de nuevo, estás aquí. Recuperando aquellos espacios en blanco que dejamos, cuando todavía no me había dado cuenta de muchas cosas. De las veces que empezamos de cero, de las palabras que no dije, de los besos que perdimos o de las miradas que no se cruzaron.
Olvidar todas las malas despedidas, los días que dejamos pasar, aquellos en los que nos rendimos, los que nos equivocamos  y fuimos estúpidos. 
Un día con ilusiones que aparecen, momentos que no quiero olvidar, y esa sensación que provocas cuando estás cerca de mí.

Y me doy cuenta de que, ahora, lo único que no quiero, es que te vayas,
Que tengo ganas, ganas de que me digas que me has echado de menos,
tanto, como yo a ti.


¡ Quédate, por favor !