Frustración, rabia, ira, impotencia, apariencias, verdades. Recuerdos. No sé si es dolor..
Emociones cruzadas y enfrentadas. Querer o no, sentir y no sentir, vivir o malvivir.
Personas. Tantas personas. Como aquellas que viven en un mundo contrario a la realidad, construido de mentiras y dependencias, de falso amor hacia uno mismo y hacia los demás. En ese mundo donde nadie es capaz de mirarse por dentro porque no interesa, no vaya a ser que encuentren más vacío del que ya tienen. Personas que no reconocen que ya no hay valores, ni principios, ni libertad, ni objetivos, por la inseguridad, por la inmadurez o la falta de personalidad. O al contrario, personas como aquellas, las de verdad.
Las que siempre han estado, de cualquier manera. Personas pequeñas que hacen cosas grandes, como ellas. Merendando, por unos secretos perdidos. La mejor compañía para planear noches interminables en los rincones de esta ciudad, para perder la cordura, para amanecer charlando con pocas horas de sueño, para dormir bajo telas, o en medio de algún sitio.
Momentos que saben mejor si oyes sus risas a tu lado. Planes que surgen y tal vez nunca se cumplan. Sueños por terminar, y algún que otro que empieza.
Que no es solo un verano, unas vacaciones o días concretos. Si no todos los
momentos. Momentos en los que hemos estado juntas, por cada rincón de esta ciudad tan pequeña.
Esa ciudad que nos ahoga en estos días de septiembre , cuando la distancia toma su papel principal. Y que ahora es toda nuestra.
Distancias que jamás queríamos ver, canciones que afloran sentimientos, y el tiempo que sigue pasando.
Porque mientras un caluroso agosto termina, en aquella habitación, unas maletas se van llenando de recuerdos, de fotos, de momentos. De despedidas.
Dejando atrás una parte de mi, repartida en kilómetros. A los paseos de media tarde, a las palabras compartidas, o a esas noches interminables.
Porque ya solo nos queda dar las gracias. Gracias, porque merece la pena intentarlo.
Porque por muy mal que vayan las cosas, las viejas amistades pueden recomponerse.
Por las nuevas situaciones que nos ayudan a madurar como personas.
Por la distancia más larga, que es insignificantetemente pequeña con todo lo que nos queda por compartir.
Por lo mucho que damos cuando somos nosotros mismos.
Por aprovechar cada momento, por los besos de despedida. Por los reencuentros.
Por volver a casa. A la pequeña ciudad. A la nuestra.
Y porque los mejores recuerdos de estos últimos 18 años, son aquí. Son con ellas.
De Sevilla a Cádiz. De Madrid a Nueva york, y viceversa.
Pero sólo si es con vosotras.
" Hasta pronto. "
No hay comentarios:
Publicar un comentario