Y la vida consiste en eso,
en ir buscando a alguien que te abrace,
O que simplemente se deje abrazar.
Abrazos.
Como los nuestros.
por los que en su día yo aposté.
Y con los que hoy me quedo.
Me quedo con la vez que me dijo que era especial, que tenía una sonrisa que levantaba a cualquiera y que mis manos eran las que quería a su lado.
Pero sin él,
me quedo con aquel momento que me miró arqueando una ceja, dando por hecho que estaba loca.
Con los viajes que planeamos y los que hicimos en mente.
Con la vez que no fuimos a la playa y con la promesa de hacer una apuesta que no cumpliremos.
Con sus muecas y su risa cuando yo decía algo que no tenía nada de gracia, con su manera de reírse y con esa canción. Él sabe cual es.
Con las fotos que nunca nos hicimos o con la forma tan ridícula que tenía de imitarme, y con sus ojos que se veían aún más bonitos mientras sonreía .
Con la primera vez que lo vi, y escuchamos de fondo a su cantante favorito mientras nos reíamos.
Y con esos benditos buenos días que alegraban a cualquiera las mañanas tachadas del calendario con ganas.
Con los días que pasamos distantes, los que pasamos a centímetros y los que sólo nosotros sabemos que pasámos.
Siempre me quedaré con las contadas veces que me besaba el cuello, la manía de despeirnarme echándome el pelo hacia atrás.
Con las idas y venidas.
Con la vez que me cogió de la mano o cuando yo ganaba haciendo trampas. Con sus reflexiones absurdas, con las noches que nos veíamos muy cerca de casa y los días que estábamos a muchos metros de altura.
Que quizás fueron pocos.
Cuando llego el día en el que no quería que siguiera ahí y con el que pude darle dos besos, aún sabiendo lo que ya no éramos.
O con las palabras que me hicieron saber que podríamos volver a ser.
Me quedo con la hipótesis de una vida a su lado que siempre supe que me gustaría, aun sabiendo que se había hecho tarde.
Que él ya se abrazaba en otra persona.
Y que posiblemente le haría sentir lo que en su día yo no pude.
Pero ya solo me queda esperar que sea aquella la que consiga apreciar lo que en su día yo deje ir.
Porque si esos brazos le consiguen hacer feliz,
me alegrare casi tanto como si fueran los míos.
De verdad.
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