Llega la noche.
Las luces iluminan la habitación de azul,
mientras la nada aterriza en sus ojos.
El silencio inunda las calles.
Nada se escucha allá fuera,
mientras, aquí dentro, le da por hablar a algunas heridas.
Por eso duelen tanto las madrugadas.
Cuando el tiempo te habla como si estuviera sentado a tu lado,
enseñándote que algo se te está escapando de las manos.
Cómo si la tristeza llamara a tu puerta sin saber bien el por qué.
Perdiendo una a una todas las excusas.
Porque es de noche y tengo tiempo de sobra para pensarte.
Para recordar que hubo un tiempo dónde puse la mano en el fuego por lo que sentía,
y que cuando nada queda,
y es demasiado tarde.
Te das cuenta de todo lo que te has quemado.
De todo lo que has perdido.
Y hoy,
cierro los ojos y me duele allí,
a donde tus manos me hicieron sentir que nunca te irías.
Allí, dónde ya no queda nada.
Pero dónde hoy agradeces no tener algo más que perder
Porque las sonrisas se convierten en esa cicatriz que no recuerdo bien cómo me hice.
O quién la hizo.
O que todo llega, porque todo pasa.
Pero,
¿Dónde quedarán las promesas que nos hicimos y que, por lo visto, no vamos a cumplir nunca?
Quizás, lo que nos diferencio de aquellos que creían poder darse la vida en un beso, fueron muchos daños.
Parece que hayamos huido de aquello que abrazamos con todas nuestras fuerzas.
Dónde por aquel entonces me mirabas como pocas personas lo han hecho,
Y que sin darnos cuenta estamos ya muy lejos.
Lejos de algo que ninguno de los dos llegó a comprender.
Sí es cierto que a mí la vida siempre me ha dado vértigo,
y que vivir me parece como hacer funambulismo sobre el poco equilibrio que me puede ofrecer la esperanza.
Pero te prometo que cierro los ojos y sigo, lo veo, lo siento.
Dime, ¿Cómo lo haces para olvidar tan rápido?
Supongo que hay veces que es inevitable,
te chocas contra ti mismo y de eso no te salva nadie.
Te quedas sin aire y entonces respirar se vuelve más deseo que necesidad.
Aunque siguen habiendo cosas que me cortan el aliento,
como algunas heridas.
Y la verdad es que construimos entre los dos suficiente distancia,
tanta como para estar entre otras manos.
Nadie nos avisó, y no me extraña,
no hay alarmas que te indiquen cuándo va a comenzar a llover.
Había indicios, pero el amor era ciego, y nos cegó.
Y tarde un " Pedóname" no detiene las balas.
No cierra puertas.
No ata.
No detiene a quien quiere irse.
Y al final de todo,
nos puso en la boca otras palabras.
Palabras que jamás imaginamos.
Y cosas que jamás querríamos ver.
Y bueno, suele pasar que al mirar atrás,
y aunque duela o arañe por dentro,
hay que reconocer que siempre he echado raíces en lugares que terminaron sin ser los míos.
Pero hoy,
cierro los ojos y me duele.
Y aunque nos hayamos ido,
y todo haya acabado,
quiero que sepas que la que quería
quedarse para siempre,
hoy,
te echará de menos.
Toma, no olvides meter en tu maleta estos sentimientos que hoy no me sirven,
allí.
Dónde ya no queda nada.
(En un mundo de grises, edit)
No hay comentarios:
Publicar un comentario