Al contrario, yo, había estado fuera adrede todo el día para no esperar inútilmente junto al teléfono. Cuatro mensajes, cuatro llamadas recibidas. Cuatro posibilidades, cuatro esperanzas. Y ninguna de la persona que quisieras que fuera.
Su voz, la idea de que a mi también me eche de menos, de poder en un instante volver atrás, a entonces, volver a escuchar su voz. A nosotros.
Sueño cada uno de estos días por un momento. La escucho con una sonrisa. Pero no puedo mentir, no a mí misma. Él no quiere volver. No aquí. Porque todo pierde el sentido. Las palabras de aquella noche, nuestras promesas. E inevitablemente, cuando estás mal, cuando lo ves todo negro, cuando no tienes futuro, cuando no tienes nada que perder, cuando... cada suspiro es un peso enorme, insostenible... y resoplas todo el tiempo. Y querrías liberarte como sea. De cualquier forma. De la más simple, de la más cobarde, sin dejar de nuevo para mañana este pensamiento "El no está" . Ya no está. Y entonces, simplemente, querrías no estar tampoco tú. Desaparecer.
La incertidumbre que no cesa, y el tiempo que me aleja cada vez más.
Junto a una noche que se hace interminable si no la acompaña tu voz.
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