Necesitaba un sitio. Un sitio para escribir de sentimientos confundidos y encarcelados con ganas de salir, para pensar al menos cinco minutos en ti o en la vida, para que se acuerden de ti, de mi y de tantos sentimientos, un espacio para los recuerdos y los que nunca llegarón a serlo.

miércoles, 2 de octubre de 2013

Silencios cargados de sentido.

Aquella tarde pasaba desapercibida en la habitación azul  mientras escuchaba el sonido de la lluvia chocando contra los cristales.

Cada ojeada entre aquellas paredes se hacia diferente. 
 Las fotos que colgaban de la pared, algunas frases y una melodía que quería sonar  mas fuerte que el silencio. 

Acariciaba la realidad dándome cuenta de que no era tan terrible como creía. 
Pero con la certeza de que nadie vendría a mejorar las cosas por arte de magia. 
Ya que  pocas veces habría sido escuchada verdaderamente, sin que alguien esperara algo que recibir a cambio. 
Que ni el mejor amigo de la infancia, ni una nueva pareja, o el familiar más cercano
 serían los que me cambiarían la vida si yo no lo hacía.
Porque pocas son las veces en las que nos damos cuenta  que los momentos difíciles tienen una función oculta. 
Como ángeles que se disfrazan de brujas y nos entregan maravillosos "regalos" envueltos cuidadosamente en papeles de fantasía. 
Regalos de la vida. Ya sean fracasos, enfermedades, despedidas, golpes, o accidentes. 
Sea lo que sea, siempre tendremos que abrir ese regalo.
Pudiendo aceptarlo, sin querer ver lo que contiene, o desenvolviéndolo para aprender de el. 

Pero no, normalmente no. Solo nos limitamos a permanecer en silencio. 
Sin escuchar, y aceptando lo que nos quede por venir.
Sin intentar cambiarlo, quejándonos y reprochandole al destino todos los por qués.

Y es entonces cuando los duros golpes y los fracasos se multiplican.
Aunque no es la suerte la que se ceba con nosotros, 
si no la vida, que de nuevo, 
nos intenta repetir su mensaje. 

Ese, que en su día, no vimos. 
O aquel que no quisimos ver.

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